viernes, 10 de diciembre de 2010

SALINA ES TU PIEL

Salina como espuma de mar,
tu piel está entre mis labios entreabiertos
como miel de azahar agradecida.
Labro tu abdomen con golpes de azada impetuosa
y, amasándote paralelo a tu espalda,
sudo en la penumbra
preguntando a propios y extraños,
las razones que tienes para querer
a este poeta que no se acostumbra
a tanta suerte, tras tantos periodos extraños
radicado en la penumbra.
Vencido por tus amaneceres,
con los brazos y piernas abatidos,
mi lengua se concentra en tu ombligo
para prender lo que tienes abajo.
Luego, enseguida, voy camino de tu nuca
siguiendo la hondura que deja tu columna.
Y, poco a poco, a la sed y al hambre
los releva el ansía de estar
metido dentro de ti a perpetuidad.
Y cuando digo a perpetuidad,
uso, intencionadamente,
algo contrario a nunca.
Tenlo presente permanentemente:
no viviré sin ti más
proclamo a los cinco continentes,
aunque tenga que ser como un salmón perenne
llamado a nadar contra corriente sin descanso,
sin remanso donde establecerse.

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