y escribo en su cabalgadura:
a partir de aquí
esparcirá el tiempo mi amargura.
esparcirá el tiempo mi amargura.
Y hablaré después de los días pasados.
Relataré mi vida niña, encerrada
en aquel juego volátil y ovalado.
Me miraré en el espejo cascarillado
y contaré una a una
las arrugas aradas en mi cara,
las arrugas aradas en mi cara,
levantando acta de lo acontecido.
Hablaré pues del pasado:
recordaré mi voz adolescente
y maldeciré aquellos ademanes
con los que quería parecer un hombre.
Me miraré en el charco llovido
que enturbia la silueta esquiva
que a mi rostro incluye.
Soñaré con días de primavera,
sobrantes de luz,
con potencial lluvia en las nubes,
casi grises, casi tristes.
Soñaré con esas mañanas al levantarme.
Y contemplaré al niño pretérito
transmutado en adolescente.
Dejaré escapar una sonrisa fugaz
y alzaré los brazos con alegría.
Respiraré el oxígeno de la esperanza,
pacientemente, vivo.
Miraré el mundo
a través de ventanas abiertas.
Daré gracias a los días vividos,
a los días que se presienten,
al futuro guerrillero y, con suerte,
triunfante.
triunfante.
Trazaré entonces una línea
y escribiré sobre su cabalgadura:
por aquí pasan a limpio los relojes
los planos de mi futura sepultura.
los planos de mi futura sepultura.