miércoles, 29 de junio de 2011

Literalmente.

Cuentan que una vez, un bolígrado bic de punta fina fue despedido de su empresa al serle aplicado un E.R.E. Portando los papeles del despido, se personó en la oficina del I.N.E.M. que le correspondía, ubicada en una calle estrecha, húmeda y con vapores de orín. No llegaba a la maquina expendedora de los números de turno. Menos mal que un parado de nacionalidad boliviana que pasaba por allí, muy amablemente lo alzó y el bolígrafo bic de punta fina pudo hacerse con uno. Se puso a la cola y, como no lo veían, más de una vez fue pisoteado, pateado y tirado a la basura. Después de un buen rato y gran cantidad de vicisitudes (que no vienen a cuento), le llegó su turno. Una vez realizada la inscripción de nuestro protagonista en la base de datos administrativos y generados los formularios correspondientes, la funcionaria le dijo mientras trazaba unas pequeñas cruces en una serie de casillas:

- Firme usted aquí.

- Lo siento, no puedo - le dijo el bolígrafo - He llorado tanto desde que me echaron, que me he quedado literalmente sin tinta.

M (partes III y IV).

III

Abrazaderas vendidas por ofidios en las ferreterías.
Contorneándome, certeramente apretadas
para aferrar unos intestinos expuestos
y recompuestos tras la trifulca.
Espumadera del Cantábrico, saltarina de confines.
Sobreviviente de escaramuzas y traiciones.
Cóbrame alevosías y bacanales a buen precio.
Amoríos felones suceden, llevándose todo consigo.
Reclama manantiales nevados a la montaña de los escalones:
en ellos renueva las cantimploras para el tramo restante.
Reclama limpieza e higiene para los verdines de sus cortadas,
para las mohosas pasiones que su eco repite y alarga.
Reclama desfiladeros expeditos para muflones y vacas,
para que pasen con holgura las expectativas varadas.
Detente, mujer. Detente dentro de mí,
y siente lo que contigo siento, esté dónde esté,
me encuentre dónde me encuentre.

IV

No hubieron suficientes átomos e iones
para detener la putrefacción de tantos pesares.
Los previos y los posteriores. Los contabilizados por haber sido
y los que forman parte de las previsiones.
Salí de cuentas sin poder dar a luz,
pues no sé concebir, no sé engendrar, no sé alumbrar dragones.
Soy un mulo con orejeras y, además, demente.
Y, al mismo tiempo, un inútil al que le dan calambres
cada vez que es consciente de que te quiere.
Pero cuenta los estambres que hay en todas las flores disponibles:
son las veces que he querido, sin éxito, perdonarme.

lunes, 27 de junio de 2011

M (partes I y II).

I

Reman dentro de las caperuzas de tu cráneo
un ojo en cada una. Orbitan, no navegan,
flotan complacidos mientras fotones agrupan.
No hablan mal de sus guaridas óseas,
solares con cines en miniatura.
Al contrario: agradecen las embestidas de colores
que excitan los conos y bastones de sus retinas.
Se pelean éstos por ser los primeros de la fila
y catar sin intermediarios el estallido de la primavera
que a toda hora te domina. Dos iris que jaranean sus esferas,
proporcionando risas a sus circunferencias.
Iris que me dan la vida cuando me miran,
que me sirven de cementera, que las penas me esquilan.
Dos pupilas que se dan cuenta de todo, que se fijan,
de color verde oscuro dices. Yo los veo marrones,
como terraplenes barrenados por escarabajos y orugas.
Pero daltónico soy, ya sabes, aunque pinte a veces
lienzos en los que apareces desnuda, sin dobleces,
con toda la holgura que da la libertad que portas y excitas.

II

Estoy furioso. Escupo pescados y cefalópodos,
hambriento de tu hechura. Pretendo respirar todo el oxígeno
manufacturado por tu boca. Contigo no tengo mesura.
Soy un loco que sabe que lo es, y lo prefiere ser
a renunciar a tus poros exudando,
a tu ejercitar en el lecho,
a la presión de tu abdomen,
a la meta culminada por tus desvelos.

Estoy furioso. Escupo pescados y cefalópodos.
Mientras me calmo, me adhiero al bien
adherido a tu piel.

viernes, 17 de junio de 2011

El perro.

El perro vaga.
Pulgas mordisquea.
Jadea. Olfatea.
Mueve el rabo
cuando a la cara le miras.
Lo mete entre las patas
cuando le voceas.

El perro mea.
Levanta la pata
y chorrea la acera.
Rasca las baldosas
sin ararlas. Alguien
le da una patada.
Huye como una gacela.

El perro llora, llora, llora.
Una letanía aullada
impide la siesta.
Echa de menos
a esa mujer gorda
que, la otra tarde,
a su suerte lo abandonó
sin placa ni correa.

El perro sangra.
Yace muerto,
con más palos que una estera.
De costado lo encuentras.
Los surcos nos enseña
de su osamenta seca.
Silencio en la contornada.
La brisa levanta tierra.
Las moscas vuelan,
se posan y acicalan sus alas.
Los coches pasan.
Los pájaros en el cielo zigzaguean.

Unos niños la nariz se tapan.
- Mamá, un perro muerto.
La madre los aparta.
- Tendrán que recogerlo.
Niños, deprisa, a casa.
Que tengo que hacer la cena
y no tengo pensado nada.

martes, 14 de junio de 2011

El miedo (poema de adolescencia).

El miedo es el compuesto disolvente de mi vida.
El miedo es una callada sombra altiva que me habita,
proyectada sin bombillas, sin candiles ni bujías.
A todas horas me enerva y reclama.
Me para en medio de la nada.

Camino por la orilla de la playa.

El mar es un inmenso miedo, profundo y raso, verde azulado,
erizado por un misterio insano, promotor de fatigas,
de alaridos, de algaradas sin heridas ni sucios vocablos.

Como una tela sedosa,
el viento ondula el vientre plano de las aguas.

La brisa asalitrada coloca arena en mis pupilas.
Las palmas de las manos, abrigadas por mis axilas.

Lágrimas por mis mejillas.

Mi corazón es talado por el miedo,
como la uva cortada en la viña, segada y desprendida,
alojada en los cestos de mimbre, arrancada de sus raíces
sin posibilidad de regreso.

El miedo muerde al tiempo vivido, con dentelladas voraces,
descarnando los momentos coleccionados con esmero.

Se enfurecen mis versos por acción del miedo. Ofusca mi criterio.
Tu huella fija en mi cerebro hace fracasar mis empeños.
Un infierno sutil es tu susurro en mi cuello.
Tu miedo - mi miedo - me enloquece,
rasura mi cuello cabelludo sin necesidad de peluquero.
Quema una y otra vez lo convertido en cenizas, residuos, restos.

Soy una hoja quebradiza y reventada al chocar contra el suelo.
Soy un otoño químicamente puro.

Eres mi miedo.
Tú eres lo quiero.
Quiero lo que tú tienes,
menos tu miedo.

viernes, 10 de junio de 2011

Desconvocado por el mundo.

He visto en el espejo esta mañana reflejada
la más soldada tristeza
delineando mi cara,
ocasionada
por los funestos azúcares
de los ayeres contigo vividos.

Igual,
la manera manida
de rescatar encuentros del olvido,
no es el método más propicio.

Ni de eso se ocuparme:
de mi cerebro,
tras el corazón tronchado
y el posterior desconcierto.

Enfurecido,
desarbolado,
vencido me siento por tu reciente
y voluntario destierro.
Casi desnudo me siento sobre tu desnudo cuerpo,
ausentado
desde ni me acuerdo.

Saltarines y andarines mis intestinos,
lanzados a sufrir los tengo.
Con mi voz increpo a la luna y a los planetas
por no saber traerme sueños indoloros,
protagonizados por los dos,
tu mano en mi mano,
entrelazados,
excelsos,
quiméricos,
de ventura trufados.
No muertos.

Ando difunto por las calzadas
que me toca transitar.
Refunfuñando,
resignado,
exhalando quejidos y bufidos
por el desistimiento.

Saboreé tu fulgor con las yemas de todos mis dedos,
huérfanas de tu tacto,
ahuecadas por tus senos.
Amasé una fortuna en caricias,
rellenas de almíbar y estipendios,
para luego dilapidarla con el paso de los meses
con mi inacción y mi duelo.
Desconvocado por el mundo,
maltrecho,
no me atreví a buscarte
por temor a encontrarte opaca.
Y hoy
ni siquiera pensarte puedo.

Me esposé con mi propio miedo,
siempre fiel, siempre hiel,
transformado a veces en pavor,
mil veces más fiel y más hielo.

Más y más te quiero,
y no se frena el apego de mi siamesa agonía.
Debido a lo alejada que te tengo
e imposiblemente retornada,
me temo lo peor.

miércoles, 8 de junio de 2011

Sin medias tintas (poema sencillo a tu persona).

Pon tu mirada en la mía.
Es lo primero que espero
al despuntar el día.

Pon tu pecho en el mío.
Es lo primero que escojo
y, sin dudar, he escogido.

Pon tus pasos junto a los míos.
Sólo así entiendo el camino:
andando de la mano cogidos.

Pon tu soledad lejos de la mía.
Es lo primero en mi vida:
amarte sin fin y sin medias tintas.

sábado, 4 de junio de 2011

Dónde esta mi vida (poema de adolescencia).

Dónde está mi vida que no la encuentro,
que ha caído en un pozo, con el agua hasta al cuello.
Dónde palpita mi vida que no la siento en mi pecho,
que no la tengo amarrada aquí dentro.
Dónde está mi vida que no la veo, que no la poseo,
que se ha soltado de mi mano en un descuido,
asustada por tanto jaleo.
Dónde esta mi vida que no la encuentro,
que corre a arrojarse a una columna de fuego.

jueves, 2 de junio de 2011

Por favor, un comentario de texto.

Caprichos dichos sin entendederas,
de veras, al calor de las enredaderas
que pueblan las tapias de los caminos
harinados por el rocío. Deshoja suplicios
el terremoto acontecido. Revienta excusados,
techos de aluminio. No deja en pie ninguno.
Las grietas se abren por toda la tierra,
dejándonos solos y taciturnos. Es tu turno.
Sin abrigo alguno, trabaja de sol a sol
para acarrear pilas de sedimentos
hasta los prostíbulos. Mancebías abarrotadas
de ansias manifiestas, de excusas pronunciadas
a través de líneas rectas. Trabaja he dicho.
Rompe tu espalda con el ejercicio.
Haz de tu frente una regadera.
Tus brazos, duros como una piedra.
Tu espinazo, torcido como una palmera.
¿Qué esperas? ¿Momentos gratificantes,
mujeres rutilantes y negras? De baja estopa,
encontrarás puteros desafiantes,
hombres de las cavernas embutidos en perneras,
con las carteras descargadas, disparando
cartuchos de saliba y cubalibre, encendiendo
mecheros de mecha con miradas ígneas y cicateras.
Roturas en las tuberías. Griferías de materia podrida.
Escapes de agua corriente. Sólida, blanca, espumosa.
Transparente, quieta, plana como el aceite,
cuando deja beberse. En cualquier recipiente,
en cualquier palangana vaciada de orín caliente.
De los que se deja debajo de cama para calmar
vejigas despertadoras a las cuatro de la mañana.
Celosías en los patios de Andalucía,
para que se plasme la primavera plena
en las caras a ellas asomadas: blancas, perfumadas,
animadas por la brisa caldeada del poniente.
Porque hace poniente. Queman las moléculas de aire.
La meteorología funciona como un horno
al aire libre. Y cuando sea verano, ¿qué haremos?
Escondernos en los bajíos del barrio, en la sombra
de las callejuelas, sobre los adoquines sobrevivientes
de la quema general y completa.

miércoles, 1 de junio de 2011

Hay vida.

Hay vida.
Delante, detrás, por los cuatro costados,
en las palmas de las manos,
en los pasos no caminados,
debajo de la piel, fuera de la piel,
sentados y de pie.
Hay vida.
Extensa. Intensa.
Deseante. Declinante.
Aburrida. Desbordante.
Ordenada. Libertina.
Hay vida.
Vida a raudales, para empacharse de días,
para que se coman a besos los amantes,
para recorrer en mundo de parte a parte,
para abandonarse a la suerte.
Hay vida.
En cualquier esquina,
en cualquier trecho,
en cualquier oficina.
Hay abrazos, sudores, juegos,
licores, caídas, tropiezos,
hasta nuncas y hasta luegos.
Hay payasos en la pista,
escombreras en las afueras,
acequias para las huertas,
muescas en las murallas,
escaleras para subirlas.
Hay vida para que sepamos que la hay,
para exprimir uva en un barreño,
para amasar los cuerpos que nos conciernen,
para contar cuentos a los nietos,
para llorar de risa y reir contigo siempre.
Hay vida todavía.
Y quiero vivirla con acierto:
sin el apego a los motivos,
basculando entre la duda y la evidencia,
pero en todo momento y lugar,
apasionado y comprometido.
Hay vida
para comerse el fruto prohibido,
o para dejarlo en su sitio.