miércoles, 1 de junio de 2011

Hay vida.

Hay vida.
Delante, detrás, por los cuatro costados,
en las palmas de las manos,
en los pasos no caminados,
debajo de la piel, fuera de la piel,
sentados y de pie.
Hay vida.
Extensa. Intensa.
Deseante. Declinante.
Aburrida. Desbordante.
Ordenada. Libertina.
Hay vida.
Vida a raudales, para empacharse de días,
para que se coman a besos los amantes,
para recorrer en mundo de parte a parte,
para abandonarse a la suerte.
Hay vida.
En cualquier esquina,
en cualquier trecho,
en cualquier oficina.
Hay abrazos, sudores, juegos,
licores, caídas, tropiezos,
hasta nuncas y hasta luegos.
Hay payasos en la pista,
escombreras en las afueras,
acequias para las huertas,
muescas en las murallas,
escaleras para subirlas.
Hay vida para que sepamos que la hay,
para exprimir uva en un barreño,
para amasar los cuerpos que nos conciernen,
para contar cuentos a los nietos,
para llorar de risa y reir contigo siempre.
Hay vida todavía.
Y quiero vivirla con acierto:
sin el apego a los motivos,
basculando entre la duda y la evidencia,
pero en todo momento y lugar,
apasionado y comprometido.
Hay vida
para comerse el fruto prohibido,
o para dejarlo en su sitio.

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