y a bordo morimos,
a bordo de un velero al pairo
bautizado vida.
Al navegar,
dejamos estelas de plata
muy provisionales,
que olas repentinas
las deshacen.
Y así los acontecimientos,
se desvanecen.
En brumas de pasado
se convierten,
ubicadas en la línea de poniente.
Sin necesidad de catalejo,
avistaré el último puerto
- en alguna costa futura -,
y allí,
solo,
me dejaré el pellejo
y ocuparé alguna sepultura.
Antes que el mío,
millones de veleros
han atracado en el puerto zaguero
dónde siempre queda sitio.
En sus muelles
nos encontraremos:
en las dársenas
de los últimos momentos.
Y después,
¿qué haremos?
Soltar el velero para que,
con la marea,
parta de nuevo
en busca de otro marinero.
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