jueves, 28 de octubre de 2010

ME...

Me vienen a la memoria
tus manos creadoras de infinitos,
artesanas de roces,
sentidas por mis neuronas
como goces gigantescos.

Me impongo la obligación
de atarme a mi escritorio
cómo sea con una cuerda,
no sea que desencadene
colisiones en las carreteras,
con sus correspondientes muertos.

Me rozan los muslos
unas cerezas moras situadas
en la punta de tus pechos.
Quiero seguir el ritmo
de tu labios erizadores
de mis poros y mis pelos.
Y no lo logro, me desespero.
Me agotan las horas
que llevamos aquí dentro.

Me brotan con premura,
a la altura de la cintura,
nuevas razones para amarte
con la máxima profundidad
que permitan las cotas
de tu cuerpo.

Me propongo expandir el universo,
sobrepasar los límites del espacio
dictados por los expertos.
Me preguntas cómo
pienso hacerlo: promoviendo
tu alegría en exceso
y proyectándola hacia el cielo,
con un número de cañones suficientes
cargados con la pólvora de tus sueños.

lunes, 18 de octubre de 2010

RETALES (I)

1

Del fuego del corazón,
decisivo y quemador,
nacerá el calor de la calma,
descongelador de la desesperanza.

Tu presencia
ha sustituido
el órgano de mi corazón.

Si tú lates,
yo lato.

Bombeas la sangre
que circula por mis capilares,
manteniendo firme mi rumbo
frente a las fuertes corrientes
que quieren extraviarme.

2

La ilusión como emoción
alimenta mis pasos hoy,
directo hacia de la disolución de la locura,
de las mañanas oscuras,
de las noches de tortura,
de la ausencia de amor.

3

La magia existe
sin saber apenas de su residencia.
Debemos buscarla con ahínco.
Llamarla por su nombre a gritos.
Poner fé donde no la hay.
Publicitarnos entre las nubes
como sus buscadores irredentos.
Y ella,
fiel a su costumbre y
completamente enternecida,
acudirá generosa a nuestro encuentro
formulando un hechizo bueno.
Y de pronto,
la angustia será querencia,
el insomnio será descanso,
la soledad será especia,
el final será principio,
y los muchos inviernos coleccionados
serán un almacén vacío,
listo para ser llenado
con soleados estíos.

4

Si fuera nuestro último día juntos
lloraría hasta la deshidratación.
El viento esparcería las cenizas de mi cuerpo.
La vida perdería su sentido.
La niebla volvería a ocultar el camino.

No puedo imaginarlo:
demasiada tristeza
para tan menguado caparazón.

5

Repasé el firmamento esta mañana
y no encontré al sol.
Se ha ido a pretenderte,
pues la luna por ti abandonó
y se siente solo
a causa de su decisión.

6

Asesinaría a los duendes y a las hadas
que por un segundo dudaran
que en tu pecho no hay magia.

7

Nadie puede calibrar este amor que siento.
No existe en el mundo
cinta métrica que lo pueda abarcar,
e informar de la infinitud de su medida.

8

Desnudar quisiera
mi liberada alma por tu culpa,
para que comprobaras mis ganas despojadas
de púas y alambradas.

sábado, 9 de octubre de 2010

SERÁS MIS PIERNAS

Frente a los ligeros contratiempos que dan lugar a amores pasajeros,
surgen planetas acuosos que nos arrojan sus atmósferas mal adheridas.
Así se acrecienta la oportunidad de ser eternos en el cosmos.
Ley de leyes, cruzada de los significados, aspirante lascivo y desconsolado.
Amor canalla que, aunque remoto, continúas presente.
Granadas agrias en el sentido del gusto acordándome de tu nombre.
Una daga extraña es mi lengua partida de serpiente al, con palabras, esbozarte.
Pase lo que pase - tragedias comunes o guerras extraordinarias -
te tendré en mis costillas gestando desastres.
Para no perderte cuando de repente te desvaneces,
mis conductos nerviosos permanecen agitados
manteniendo aguda tu huella entre mi cerviz y mi frente.
Sintiéndote en falso próxima,
pervivirá el poeta que escribía sin pentagramas
la música que emitías antes de conocerte.
No eres peso para mí.
Te alojas en una oquedad rellenada con sufrimiento,
de extensión carente. Los días que necesite verte,
inclinaré mi cuerpo hacia delante
y te vomitaré dulce, sin quejarme.
Libre soy y decido quererte,
en contra del edicto promulgado por la ciudadela que habito,
votada por la mayoría de sus defensores.
Dejaré de residir en ella pronto.
Abandonaré, lamentándolo mucho, sus muros protectores.
Y emergeré como bruma madrugadora
para iniciar un nuevo tránsito por el mundo.
Serás mis piernas.
Sin ellas viviría anclado a este regadío de metálicas sierras hirientes.
Necesito tus piernas para galopar sobre la superficie del planeta,
y registrar el espacio creciente entre mi pesar
y aquéllo que lo causa invariablemente.

domingo, 3 de octubre de 2010

TENGO QUE DARTE LAS GRACIAS

Tengo que darte las gracias hoy
por haber iluminado mis habitaciones
clausuradas y de ti guarecidas.
Sus ángulos agudos se han ampliado
para que cupieran en ellos tu ser
y consumada arquitectura.
Igualmente, para ganar el espacio
necesitado por el artesano que restaurará
el mensaje corrompido y sufrido,
con el que he convivido en silencio.
Los espejos y escaparates han vuelto a reflejarme,
más lleno de sonrisa que de llanto.
Se intercala entre mis recuerdos tu figura moldeándolos,
devolviéndoles la forma exigida por alma
para anidar en la cavidad habilitada en el núcleo.

La nostalgia que envenenaba las paredes se ha ido,
dejándose ver su primitiva blancura.
Eres un torrente retornado,
participando del movimiento rectilíneo
que me ha proveído sin ambicionarlo
de este provenir, a la vez temido y codiciado.

Tengo que darte las gracias hoy
por ser tú la encontrada, la más buscada,
la elaborada gracias al empuje de mis anhelos frustados.

Tengo que darte las gracias hoy
por derramar tu agua en mi cama,
por arremolinarse, limpia y clara,
queriendo tragarse la totalidad de mis recelos.

Tengo que darte las gracias hoy
por sanar los cráteres heridos
que poblaban mis tierras de invierno.

viernes, 1 de octubre de 2010

POEMA A LA MUERTE DE MI PADRE

Tuve la maldita oportunidad
de presenciar, con sufrimiento,
tu cara pálida y amarillenta,
sin casi aliento,
demacrada hasta el extremo,
descansada de lado como un cristo,
con la boca abierta y los labios resecos.

Parecías un pez macilento,
fuera de su acuoso terreno.

Y coincidiendo con tu último respiro,
mi esternón se salío de mi cuerpo
clavándose por mi costado derecho,
acerado y frío,
atravesándome por dentro.


En ese preciso instante,
en todos los teatros del mundo vieron
caer los telones sus espectadores.
Y sucumbieron los andamios
que me sostuvieron desde el nacimiento:
los que atenuaron mis pesares
y me daban el sustento necesario
en cada momento.

Cayó un relámpago en mis rodillas
derrumbando mi largo cuerpo,
explotando una tras otra mis vísceras
como petardos falleros,
lanzando con rabia furiosa
sus contenidos al firmamento.

Dejé de alimentar mis conductos
y todo mi mundo se transformó
en un ausencia acaparadora de todo.
Me asiento sobre lodo maloliento,
sin vislumbrar futuro alguno,
detenido por completo,
ante un vacío oscuro y discapacitante,
introducido en una sepultura andante
de aire, de hielo.
Me quedé desprovisto de universos,
de raices, de recursos, de recuerdos.
Me anclé en un minutero parado,
esperándote en vano
sobre el asfalto calenturiento.

Así son las cosas:
te fuiste de mi lado muerto
y yo ahora, sano,
como si nada, respirando,
con la cantidad sobrante de vida
que te faltó
para recuperar el justo resuello,
y escapar así presuroso y resuelto
del aquel trance aniquilador y cierto.

He llorado a voces y tanto,
que mil veces me he vaciado,
sumergiendo mis jornadas
en un océano amargo
que no tiene fin ni atajos
para recorrerlo.

Voy por el mundo con la mirada huida
tratando de encontrar objetos.
Y no encuento ninguno
porque ni veo ni oigo ni siento.

Me dominan luchas homicidas
que horadan bajo mis pies el subsuelo.
Se desencaja de su hueco
el eje de mi esqueleto, al rememorarte
medio inclinado en la cama
de aquel hospital viejo.
Sufro sismos violentos en mis tejidos vivos,
y ambiciono en vano tu regreso,
como lo haría Alicia
a través del espejo.

Mi persona, ya perdida,
estaba construida sobre tus cimientos,
¿qué haré de ahora en adelante?
Te reclamo sin usar palabras todas las noches:
¿me oyes? ¿me escuchas? ¿sabes lo qué pienso?
¿Recuerdas por lo menos?
Cogí tu mano en uno
de tus últimos actos de discernimiento.
La apretaste fuerte como queriendo
atravesar la piel y los huesos.
Hoy sé
que te estabas despidiendo.
Viste a la muerte entrar por la puerta ignífuga
llamándote a filas en silencio,
y sabías que apenas
te quedaba tiempo.

Sé que algún día,
me cogerás otra vez de la mano,
pero con menos fuerza y nada enfermo.
Me conducirás como llevándome al colegio,
como cuando era pequeño,
hacia la última morada hecha
para que yazgan los muertos.
O, quizá, para que vivan de nuevo.
Tal vez, volveremos a conversar
y a mirar tus ojos risueños,
saboreando la eternidad recién regalada
por el que me niego a verlo.
Y miraremos asomados a la barandilla
preocupándonos por los nuestros.

Soy un muerto venidero,
expectante sobre el andén
de la estación de término.
Te espero.