lunes, 29 de noviembre de 2010

MONTAÑA RUSA

Vivo montado en una montaña rusa:
subo cuando sale tu cara blanca de luna
para alumbrarme en la noche oscura.
Bajo cuando abres las esclusas
construidas para evitar futuros naufragios.

Vivo montado en una montaña rusa:
subo cuando me dices que luchas
y, con cada intento, no te derrumbas.
Bajo cuando sólo me dices excusas
de mal pagador, dichas al tuntún
y sin hilo conductor alguno.

Vivo montado en una montaña rusa:
subo cuando piensas en mí en la ducha
y te acaricias con mi recuerdo.
Bajo cuando no puedo tocarte desnuda
y recurro al consabido remiendo.

En el país de los ciegos, el rey es el tuerto;
y el tuerto no soy yo, es mi carcelero,
ése que se refleja en los espejos
sonriendo como un soberbio, sabedor
de lo ocurrido y de lo que está ocurriendo.

Vivo montado en una montaña rusa
y estoy harto. Escucha:
me bajo de este artefacto
no sea que me caiga a mí mismo
el salibazo que esputé rabiando
desde el punto más alto.
Me sobra estatura
para aguantar más sablazos.
Este mensaje te lo lanzo
para que lo esculpas
en tu esbelta figura,
y para que, nunca jamás,
a mí recurras.
Olvídate de mi existencia:
no es un farol, es un edicto
de cumplimiento estricto
para las señoritingas olvidadizas.

Vivo montado en una montaña rusa
y esta vez me apeo,
como un fruta desprendida
del árbol de los sueños rotos,
el que plantaste hace casi veinte años
con la semilla de tu indolencia.

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