martes, 26 de julio de 2011

Retrato de un instante.

23 de julio de 2011, 17:35 de la tarde.

Max recostado sobre la cama.
Yo, tecleando y atento a la pantalla.
Una mosca entra por la ventana.
Se posa en la superficie blanca.
Oscila su cabeza escudriñando amenazas.
Con las patas traseras se acicala las alas.
Gotas de sudor sobre la frente y la cara.
En la radio dan las noticias de una matanza.
Unos niños vociferan en la plaza.
Un brisa caliente infla las sábanas.
Tengo sed, pero la pereza me quita las ganas
de bajar las escaleras para beber agua.
Los perros ladran por cualquier causa.
El silencio es un bien escaso en esta barriada
de viendas adosadas de clase media-alta.
Un cohe aparca encima de la acera.
Alguien descarga bolsas y se desparrama una huevera.
Alguien se caga en alguien y se agacha a recogerla.
Las chicharras advierten con su cantinela pesada:
la temperatura seguirá secando mi garganta;
puta pereza, que no me despega de esta butaca.
Toc, tic, toc. Las letras se juntan formando palabras.
Las palabras acabarán en un poema si tengo potra.
Me voy a la hamaca: por fin me ha liberado la galbana
y haré la siesta. Hasta otra.

domingo, 24 de julio de 2011

Sin ningún pasado que revivir (poema de adolescencia).

Conoceré tu mirada delatora,
la telaraña de tu deseos,
los recovecos de tu espalda sola.

Se ocultará la tronada
tras las multitudes envalentonadas,
y éstas se acobardarán al verte.

Tendré los nudillos renacidos
y desplegaré las manos para excitarte.

Me inclinaré hacia la media luna de tus labios.
No tendré que caminar a solas
entre farolas y aparcamientos rotulados.

Esculpiré una roca viva en tu recinto,
una roca de espuma seca.
Tallaré un diamante de carbón enfermo,
un diamante de mala venta.

Empuñaré el instrumento que extirpe el cáncer,
una guadaña por estrenar y diligente,
sin ningún pasado que revivir y distante.



viernes, 22 de julio de 2011

Vivir como un muerto.

Oscuridad en la tierra de Sorolla,
en túneles sin salidas practicadas. En penumbra
vivo mutilado, cuarteado, diagnosticado
enfermo crónico a causa de la ausencia disoluta.
Vivo en un acuario sin peces,
sin agua destilada, sin piedrecitas.
Renuncié al capricho de las estrellas,
a las alcobas humedecidas, a las nucas erizadas,
a los segundos culminantes. A la vida.
No hay nadie que supla a la intemperie.
Masticarte con los dientes debajo de la almohada,
sometido al desamparo impuesto por los escualos.
En un duelo constante con lo inconsciente.
Presión insoportable y ejercida por lo que se hacina
en mis vísceras. Lectura permanente de tu nombre,
como en la Naranja Mecánica le pasaba a Alex.
Aludes de nieve en tiempo de anticiclones,
de borrascas, de entretiempo. En definitiva, siempre.
Combates imposibles contra adversarios invisibles.
¿Batirse? ¿Contra qué, contra quién? ¿Para qué?
Vacío sobre vacío sobre vacío.
Silencios. Ahogamientos. Precipicios.
Desahucios. Centros de gravedad en pleno desplazamiento.
Tiemblo. Me caigo. Me desparramo por el terreno.
Lloro. Riego el asfalto. Tengo mocos. Babeo.

Espléndido alumbramiento: la verdad es parida
por un reo que no sabía que lo era
en aquellos momentos. Sentencia aplicada
por el juzgado de guardia: la realidad me condena
a vivir como un muerto.

jueves, 21 de julio de 2011

Nada de lo que guardo

I

Nada de lo que guardo
se dispone en estructuras pacientes
que alegren el disparate que me recorre.
Que me mantiene en este encierro
de cielos abiertos.

II

Construir quiero - rápido - un cobijo grato
para mi alma desconcertada. Pienso
en un rincón de tu cuerpo.

III

Desde las copas de los limoneros,
desde sus frutos gualdos,
insectos malos han surgido mordiendo
con sus artejos mis versos.
Envenenados han quedado
supurando malos tragos.
Un antídoto necesito
que salve las palabras
que tanto te dijeron.

IV

Inédito en el huerto hay un nido,
de presencia mísero,
nacido del quehacer
de unos jilgueros resueltos.
Quiero meter en la madejilla mis dedos
y tocar los huevos recién puestos.
El nido servirá de punto de partida.
Será la plataforma que aupe mi osamenta
por encima de los sueños rastreros.