domingo, 1 de mayo de 2011

Digo que muero y digo que vivo.

Digo que muero
y digo que vivo.
Un ramillete de flores negras
rodean mi cuello.
Y digo que muero.
El ayer y tu silueta
iluminan mis sueños.
Y digo que vivo.
Y digo que muero
y te lo grito, mujer.
Me buscan tus labios
combados por el juego.
¡ Dámelo, mujer,
de tus ojos el fuego ¡
Se abren mis poros
al nuevo acontecer,
a otro día. Y digo que vivo.
Una herida sufrida,
amada mía, que mana
en mi piel que es tu piel.
Y digo que muero.
De la suma ausencia
se nutrirá el anochecer,
al no revelarse tu contorno.
Y tu quehacer, ¿qué es?
practicar chantajes y sobornos.
Y digo que vivo al verte
y digo que muero al no tenerte.
El puñal fraguado en tus horas
se hunde en mi costado
escociéndome. Me desangro, mujer,
sin rasgaduras ni derrames.
¡ Me reclaman tus recuerdos
combados por el juego ¡
Y por el fuego,
y por el estrellado cielo.
Cielo negro como el ramillete
alrededor de mi cuello.
Son tuyos mis deseos
y todo mi desconsuelo.
Con tus pensamientos ocultos
se perfuma mi destino difunto
para oler bien.
Huyo derramando mi sombra
sobre el empedrado gris y helado.
Huyo sin pausa de ti, mujer,
y digo que muero.
Huyo sin prisa de ti, mujer,
y digo que vivo.

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