jueves, 2 de junio de 2011

Por favor, un comentario de texto.

Caprichos dichos sin entendederas,
de veras, al calor de las enredaderas
que pueblan las tapias de los caminos
harinados por el rocío. Deshoja suplicios
el terremoto acontecido. Revienta excusados,
techos de aluminio. No deja en pie ninguno.
Las grietas se abren por toda la tierra,
dejándonos solos y taciturnos. Es tu turno.
Sin abrigo alguno, trabaja de sol a sol
para acarrear pilas de sedimentos
hasta los prostíbulos. Mancebías abarrotadas
de ansias manifiestas, de excusas pronunciadas
a través de líneas rectas. Trabaja he dicho.
Rompe tu espalda con el ejercicio.
Haz de tu frente una regadera.
Tus brazos, duros como una piedra.
Tu espinazo, torcido como una palmera.
¿Qué esperas? ¿Momentos gratificantes,
mujeres rutilantes y negras? De baja estopa,
encontrarás puteros desafiantes,
hombres de las cavernas embutidos en perneras,
con las carteras descargadas, disparando
cartuchos de saliba y cubalibre, encendiendo
mecheros de mecha con miradas ígneas y cicateras.
Roturas en las tuberías. Griferías de materia podrida.
Escapes de agua corriente. Sólida, blanca, espumosa.
Transparente, quieta, plana como el aceite,
cuando deja beberse. En cualquier recipiente,
en cualquier palangana vaciada de orín caliente.
De los que se deja debajo de cama para calmar
vejigas despertadoras a las cuatro de la mañana.
Celosías en los patios de Andalucía,
para que se plasme la primavera plena
en las caras a ellas asomadas: blancas, perfumadas,
animadas por la brisa caldeada del poniente.
Porque hace poniente. Queman las moléculas de aire.
La meteorología funciona como un horno
al aire libre. Y cuando sea verano, ¿qué haremos?
Escondernos en los bajíos del barrio, en la sombra
de las callejuelas, sobre los adoquines sobrevivientes
de la quema general y completa.

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