lunes, 27 de junio de 2011

M (partes I y II).

I

Reman dentro de las caperuzas de tu cráneo
un ojo en cada una. Orbitan, no navegan,
flotan complacidos mientras fotones agrupan.
No hablan mal de sus guaridas óseas,
solares con cines en miniatura.
Al contrario: agradecen las embestidas de colores
que excitan los conos y bastones de sus retinas.
Se pelean éstos por ser los primeros de la fila
y catar sin intermediarios el estallido de la primavera
que a toda hora te domina. Dos iris que jaranean sus esferas,
proporcionando risas a sus circunferencias.
Iris que me dan la vida cuando me miran,
que me sirven de cementera, que las penas me esquilan.
Dos pupilas que se dan cuenta de todo, que se fijan,
de color verde oscuro dices. Yo los veo marrones,
como terraplenes barrenados por escarabajos y orugas.
Pero daltónico soy, ya sabes, aunque pinte a veces
lienzos en los que apareces desnuda, sin dobleces,
con toda la holgura que da la libertad que portas y excitas.

II

Estoy furioso. Escupo pescados y cefalópodos,
hambriento de tu hechura. Pretendo respirar todo el oxígeno
manufacturado por tu boca. Contigo no tengo mesura.
Soy un loco que sabe que lo es, y lo prefiere ser
a renunciar a tus poros exudando,
a tu ejercitar en el lecho,
a la presión de tu abdomen,
a la meta culminada por tus desvelos.

Estoy furioso. Escupo pescados y cefalópodos.
Mientras me calmo, me adhiero al bien
adherido a tu piel.

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