viernes, 17 de junio de 2011

El perro.

El perro vaga.
Pulgas mordisquea.
Jadea. Olfatea.
Mueve el rabo
cuando a la cara le miras.
Lo mete entre las patas
cuando le voceas.

El perro mea.
Levanta la pata
y chorrea la acera.
Rasca las baldosas
sin ararlas. Alguien
le da una patada.
Huye como una gacela.

El perro llora, llora, llora.
Una letanía aullada
impide la siesta.
Echa de menos
a esa mujer gorda
que, la otra tarde,
a su suerte lo abandonó
sin placa ni correa.

El perro sangra.
Yace muerto,
con más palos que una estera.
De costado lo encuentras.
Los surcos nos enseña
de su osamenta seca.
Silencio en la contornada.
La brisa levanta tierra.
Las moscas vuelan,
se posan y acicalan sus alas.
Los coches pasan.
Los pájaros en el cielo zigzaguean.

Unos niños la nariz se tapan.
- Mamá, un perro muerto.
La madre los aparta.
- Tendrán que recogerlo.
Niños, deprisa, a casa.
Que tengo que hacer la cena
y no tengo pensado nada.

2 comentarios:

  1. efectivamente... perros somos.. de amo lleno de palabras enormemente vacías... que seguimos y abrazamos.

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  2. Querido Lisardo, tú no sabes lo que agradezco tus comentarios ¡¡¡ Pero haz el favor de venir el viernes que viene a mi casa para empezar a organizar Generación 64 ¡¡¡¡

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