El silencio de tu voz ha cesado y ha sido un hecho
el derrumbe repentino de mi corazón
envuelto entre nubes de polvo.
El silencio de tu voz cesante
ha construido un patíbulo para mi muerte
entre pétalos resecos y mal traidos
en solares arruinados y seniles.
Desgraciadamente,
la angustia no retrocede.
No tengo justificaciones suficientes para el suicidio:
las perdí hace tiempo.
Curioso: son irrecuperables.
El silencio de tu voz ha rebrotado impidiendo mi muerte.
Por dentro y por fuera.
Así que ya sabes:
calla y haz guardia
ante mi cadáver.
José Andrés Pérez Serrano
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