martes, 22 de noviembre de 2011

Llueve.

Llueve.
Soy ese viandante
sin paragüas
que se duele,
que se jode.
Soy ese viandante
sin paragüas
que se moja,
que se remoja,
que se requetemoja,
que se inunda de reproches.
Uno que lleva paragüas,
no me sacan un ojo
porque Dios no quiere.
Hacia el suelo
se precipitan las gotas
para descomponerse:
son paracaidistas
con un paracaidas de agua.
Llueve.
Miccionan o lloran las nubes.
A pleno rendimiento
sus vejigas o sus lacrimales.
Llueve.
Hay charcos
que me reflejan ondulante,
como mi ruta por la vida:
abracadabrante.
Mis camales son canales verticales.
Mis calcetines, mares.
Y mis zapatos flotan
conmigo metido dentro,
llevándome a alguna parte.

1 comentario:

  1. empapado y sin paraguas que aplaque el agua-acero cayendo a plomo, rasgando con afiladas y certeras gotas lo que siempre está debajo, lo de siempre, a los de siempre.

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