viernes, 7 de enero de 2011

FURIA

Furia de corales marinos
brotando,
informes y calientes,
por los poros de mi piel,
incendiando el aire.
Furia que abre mis manos
para suplicar volver a ver
la luz atardecida
de aquella niñez redonda
y diamantina.
Vine extraviado
de esas tierras lejanas,
inexistentes en los mapas,
sin brújulas
ni caminos marcados.
Sin rumbo
partí al nacer
y mi tiempo
quiere ser demasiado.
Fui paloma
y no ave de rapiña.
Fui máquina
de emociones
adormecidas
en la estación
de la hojarasca.
No sé más:
mis versos escritos
iluminan y truenan
como tormentas secas.
Dan a conocer
los temblores nacidos
de los bárbaros tambores
que son mis aurículas
y mis ventrículos.
Mil gargantas me acusan,
palpitan,
burbujean,
y su discurso
cubre como una riada
los campos floridos
de mi mente.
¡ Voluntades a miles ¡
¡ Vanas voluntades ¡
Ser hombre,
ser bestia,
querer serlo todo
y no ser nada.
El destino
deshoja los pétalos
de mis jornadas
uno a uno.
Los peldaños
se acortan
al ascender por ellos:
resbalo y caigo
a la hondonada.
La escalera era larga,
radiante y tersa.
Arriba
está la luna:
colgada de las estrellas,
me espera.
Su sonrisa
es de luz
difusa y opaca.
Está enferma.
Herida por los celos
del desamor amargo.
Su sol le traicionó.
Y yo con él.
Intento salvar
mi memoria
atravesada
por las dagas
de los falsos recuerdos.
Las flautas
cesan su música.
Los rapsodas
cierras sus bocas.
Las palabras, moribundas,
reclinan sus cabezas
en el lecho último
del papel.
La catarata
furiosa de la poesía,
vencida por el hastío,
agota sus aguas.
Yo y mis respiraciones,
solos de nuevo.

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