martes, 18 de enero de 2011

LA CALLE TARDÍA

I

La calle tardía y mojada por la hambruna que nos delata.
Estoy sentado en el suelo, entumecido y atento,
esperando la llegada triunfal de tu voz.
Hablas por fin.
Voz enérgica, que amarga. Infinita me temo.
Aprecio que me llames por mi nombre.
Brotas de la oscuridad como crece la hierba: lenta.
Inundas la calle nocturna con tu comparecencia.
La cubres con unas aguas invisibles.
Con una incontenible avalancha de lágrimas prometidas.
Agua que se acuden a tus fosas abisales.

II

La calle tardía y empapada por la bruma.
Estoy esperando tu calor proveniente de luciérnagas.
Esperando el espesor de tu bravura.
Esperando que una de tus áncoras me detenga en la cordura.
Tu mar es el mar que le falta a mi mapamundi baldío.
Ven.
No quiero perderme el oleaje: quiero mojarme los pies.
Olas derramadas por los balcones.
Alas en tus rodillas.
Ven.
Ahógame con tu magia.
Trucos de primeriza para aliviar cadáveres.
Ven.
Construiré un asilo entre tus senos y tu ombligo.
Me refugiaré en él, amagado y contrito.

III

Te veo brillar como si fueras de oro.
Reconozco el brillo de la codicia en tus ojos.
Oro verde en tus ojos para hacerse notar y ver.
Tejeré un poema con tus cabellos de azafrán.
Desenvainas tu espada de fuego carmesí.
Me atraviesa su filo. Irremediable suceso.
Has herido mis órganos anegándolos de caducidad.
Harás callar mis lamentos con tu medicina, después.
Hay soles en tus yemas ardientes.
Hay brisa en mis oídos abanicada por tus suspiros.

IV

Tus muñecas
- blancos eslabones de marfil -
florecen en mis manos,
y veo abrirse tus uñas pintadas de rojo
como pétalos excitados.
Petalos entrecruzados con los míos,
moribundos de pronto, abatidos. Es el colmo.
Abro surcos en tu piel vegetal
y la siembro con eslabones.
Pétalos y eslabones,
fundamentos de mi celda y de mi mordaza.

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