miércoles, 9 de marzo de 2011

EL SILENCIO DE TU VOZ HA CESADO

I

El silencio de tu voz ha cesado y ha sido un hecho
el derribo controlado de mi corazón que cae entre nubes de lodo.
El silencio de tu voz ha cesado y ha sido un patíbulo fracasado,
aunque antaño fue el artefacto causante de mi primera muerte
sucedida - me he acordado - sobre pétalos falsos que arrancastes a destajo.
El silencio de tu voz ha cesado y has hecho que mis gestos enfermen.
Se han contagiado mis gestos por el contacto
de las larvas que se refugian en tus manos de bella durmiente.
Por fortuna, la nada retrocede y puedo ponerme al corriente.
No encuentro justificaciones para el suicidio.
Las he perdido. Creo que en alguna carpeta las guardo.
El silencio de tu voz ha cesado y has impedido - sin esperarlo -
que yo muera por segunda vez. Por dentro y por fuera.
Al menos es algo.

II

No me retrates con tus pupilas:
tengo sus redondeces verdes
en la dermis de mis sienes.
Dentro del cráneo también,
gélidas y describiendo
circunferencias que palidecen
a tu orden. Son verdes tus ojos.
Los míos lacrimosos
de tan poco verte.

Tenaces pupilas incorporadas
a mi piel: ¡ suceso hiriente ¡
Querría con fuego
deshelarlas y llegar a los cristales
de plata que las forman.
Querría con los dientes
arrancarlas, y apagar la luz
que desprenden y que me mata.
Al fin y al cabo, nada queda
de aquel pasado compartido,
esparcido por el terraplén.
Aquella, tu telaraña de satén,
me soltó al borde del precipicio.
Hoy los cauces de ambos
se entrecruzan, con un caudal
que me ahoga añadiendo estropicios.
Salvarme no sé. Acabaré ahorcado
sin querer, con las horas trenzadas
como sogas. Destaco hoy la huida
como respuesta eficaz y única,
como la última mano
que me queda por jugar.
Trances en tus pupilas interesadas,
resolución en tus andares serenos:
a veces la vida espanta,
a veces propósitos sin freno.

No te tengo,
esperaré otro tren.

No hay comentarios:

Publicar un comentario