sábado, 5 de marzo de 2011

EL MAR, EL AZUL

Se me escapan susurros cargados de dolor.
¡ Aquí ¡ - me gritas.
¡ Aquí ¡ - predicas.
¡ En el mar ¡ - te digo.
¡ En el absoluto azul anido ¡
Te he buscado, sublime imagen,
en todos los destinos arribados,
y las ondulaciones constantes
y las trágicas burbujas
me han desorientado.
La veleta de mis ojos, averiada,
me encamina hacia ninguna parte,
nublado
por el blanquecino vapor de tu aliento.
Mis soportes en el aire
son de algodón más cultivado,
mal hilado por tejedoras malnacidas,
sobornadas por el diablo.
¡El mar¡ ¡Ese mar¡
¡El azul¡ ¡Ese azul¡
Todo poeta es una bestia de la palabra,
un demonio portador de sosiego,
de colores rojos, de sangre rebrotada.
Todo poeta es portavoz de los débiles,
de las pupilas encarnecidas,
de las violetas violentadas, de las perdices
cazadas entre matojos y bravuconadas.
Todo poeta vive si sus versos se viven.
Todo poeta quiere ser el mar.
Todo poeta quiere ser el azul.
¡ Grítame ¡ - me escribes.
Y te grito a través de este papel.
Un papel plagado de entrañas reventadas;
un papel terso, con su tinta y su grito,
unidos en comunión
para provocar resoplidos en tus conductos,
sal en tus lagrimales, costes añadidos
a tus productos.
Soy un reptil cubierto de placas entrecruzadas,
con mi pluma como cuerpo,
con mis sílabas como fluidos internos.
De oro es mi ansiosa alma,
aún de bronce prostituida.
¡ Es el mar ¡
¡ Es el azul absoluto ¡
Al mar arrojo mis poemas sin pena
y a su luz, con pena, mi palabra.

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