viernes, 18 de marzo de 2011

LAS FALLAS DESDE UN BALCON DE LA PLAZA DE ESPAÑA

Gente a raudales. Multitud caminante,
abigarrada, acompasada con el caos circundante.
Titanes de cartón piedra emergen
entre los edificios y los hilos colgantes
que llevan corriente. Son gigantes de vivos colores.
Esperan ansiosos galardones
impresos en estandartes. A sus pies, inmóviles,
escenas formadas por hombres y mujeres,
infantes y animales, vehículos y otros enseres.
Sonrisas semicirculares hay en sus caras,
y portan ojos saltones que se fijan mucho
y sugieren. Monigotes sujetos con maderos,
resignados, que esperan el fuego como mártires.
Suenan explosiones. Una tras otra,
rápidamente. Se suceden por doquier
tímpanos dolientes. Pero vibran los corazones.
Se entremezclan notas musicales
de himnos y canciones. Además, hay pitidos,
ruidos de motores, autobuses y camiones, gritos,
policias y ladrones. Huele a aceite.
Comen buñuelos con chocolate.
Pisan pétalos desprendidos, rosas, margaritas
y faldones. Se topan de bruces con blusones.
Pañuelos a cuadros rodean cuellos
y peinetas se clavan en los moños de las jóvenes.
Niños dormidos en los brazos de sus padres.
Se hace de noche y todavían quedan ejércitos
por pasar delante de la vírgen.
También es gigante. Y mira hacia abajo con ternura
a la fallera que la mirada le devuelve.
Lagrimas se deslizan por su cara maquillada
y desembocan en las baldosas grises.
Dentro de unas horas, todo será ceniza.
Habrán bomberos vertiendo agua en las hogueras
en que se convertirán las fallas, irremediablemente.
Pasó el año pasado. Llegará el año que viene.
Y otros gigantes saldrán zalameros de sus talleres
y, sin mover un músculo, conquistarán las calles.

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