martes, 15 de marzo de 2011

QUIÉN SABE QUIÉN ME MIENTE

I

Verdes miradas rodando
sobre toneles huecos,
salvoconductos caducos, jadeos,
noctilucas y sus azúcares
iluminando estupideces.
Huellas dactilares provisionales,
escurridizos bajeles
navegando los siete mares,
sin alcanzar lo alcanzable.
Se consumen los enfermos
a fuego lento. Sin arena un desierto
hollado por mil desaires.

II

Agito las extremidades queriendo
tocar fantasmas que no hay,
que no veo. ¿Por qué estos pesares?
¿De qué naturaleza están hechos?
Alcornoques revestidos de oídos,
rumores aparcando argumentos.
El farol se apaga, se comporta lóbrego,
desbaratando claroscuros,
cansado de ser observado
por polillas y adúlteros.
No hay cosa más hermosa que mi viraje
y no me reconozco ni dibujándome.
Depresiones atmosféricas
súbitamente, presagian falsos precedentes
a base de lluvias y otras precipitaciones.
Rezar no puedo y no lo echo de menos:
ninguna furia me contiene,
ni revive en mí ninguna simiente,
ni se desata la rabia dormida
en la cavidad de mi vientre.
Horado con las manos en bancales
infértiles donde nada bueno crece.
Únicamente, lánguidas ortigas
y hemorragias faltas de torniquetes.
Me duele más lo tuyo que lo mío,
ahora que las razones palidecen.
Y los dimes y diretes, como los viejos dientes,
se pudren, caen y desaparecen.
En el extremo de las aguas continentales,
cerca de la divisoria, ato rinocerontes.
Y con la despedida definitiva,
las formas se tornan carnes
y las carnes, molares.

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