domingo, 17 de abril de 2011

En la Estación de Madera (ii)

Hay silencio en el andén.

Ha enmudecido el hierro constreñido,
hecho formas moribundas y malheridas,
como aquella hierba seca tras la alambrada
o como aquel raído cartel.

Hay silencio en el andén.

Cae una lluvia fina, sin apenas agua.
Se adormecen gabardinas empapadas
sobre dos pobres bancos, en tropel.
En mis bolsillos llevo un papel
con las tareas anotadas.

Hay silencio en el andén.

El sol no mira, se ha cegado sin querer,
¡ha extraviado su monóculo de miel¡
Intermitente recorre el andén,
queriendo abrasar el cemento mojado,
ahora que no lo puede hacer.

Atraviesan la entrada arqueada,
figuras ensombrecidas una a una
dejándose la vez. Cuelga del dintel
una bombilla sucia con su esplendor ralo.
Llega a iluminar la puerta del excusado.
La enciende el jefe girando el mando
para achicar tinieblas, entre tanto anochecer.

Hay silencio en el andén.

Nada vive
y la madrugada acaba de nacer.

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