jueves, 21 de abril de 2011

En la Estación de Madera (iii)

Vagones detenidos de desvencijados techos,
sois un murmullo de colmenas viejas:
a la orden de una voz
- como ordena la rutina -,
a la orden de un reloj
- como ordena el reglamento -,
saldréis de vuestras tumbas estáticas
para romper mi diario adormecimiento.
Murmullo casi sordo, murmullo casi musical
que proclama unas cuantas mentiras.
Sois ahora, en pleno viaje,
lentos vagones en movimiento. Todo oscila.
Fuera de aquí, está el universo que pasa
vertical, velado, como un espectro.
Sois, vagones, un correr despacio y un andar deprisa,
cajas de resonancia de quejidos metálicos.
Acumuláis brisa, no viento.
Brotan minutos en los cristales aguados:
aparto la mirada del firmamento de gotas,
de las imágenes que se forman con ellas.
Callo. Detengo los pensamientos.
Escucho el murmullo - o melodía -
venido de la profundidad del día.
Venido de abajo, del rodar simultáneo
de una docena de ruedas.
Casi me quedo dormido. Casi sueño contigo.
Me apeo en la próxima parada,
apenas me queda espera.

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