derramado por las frentes
que siembran el pan con los arados.
El mediodía arruga la piel picada
y que sabe a hiel. Sabe a hiel
por culpa de la escasez de ombligos.
En el camino no se ven las piedras
en las que tropiezan los campesinos.
A bordo de sus monturas,
beben de sus arroyos de vino.
Arriba, alcanzando la cima,
ascienden alados y lentos
mulos, asnos y caballos,
serpenteando entre los espinos.
Se hinca la reja en la tierra
y una línea de vida se escribe.
Delante de ella una caballo arreado
y una boca que gritando, gime.
una boca que gritando, gime.
ResponderEliminary ahí acaba.
un abrazo, amigo