No pongas esa cara
que tus ojos te delatan.
Ven,
que no deseo verte
tan asomada a la ventana.
Bueno,
que más da:
no has querido tener
la paciencia necesaria.
No digas nada:
con frecuencia
la disculpa
es la excusa más pronunciada.
Si te dije lo que vi
es porque de mi boca se escapa
sobre lo que no puedo mentir.
Ahora pienso:
debí callar.
Mejor callar
que desenvainar la espada.
José Andrés Pérez Serrano
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