Primero retuve tu cara
y, enseguida, recordé tu nombre.
Después quise morder tu boca,
forjadora de diamantes.
Más tardé alejé de mí mis ojos,
escarlatados por tus desplantes.
Finalmente fui un falsario siempre,
porque quererte quise
y no quererte pude
en ninguno de los instantes.
José Andrés Pérez Serrano
No hay comentarios:
Publicar un comentario