sábado, 1 de mayo de 2010

PASOS

Verticales brazos que fabrican minutos tardíos.
Vegetales criaturas de barro, encanalladas en un mundo sólo mío.
Criaturas hoy frías, mañana calientes; caedizas gracias a las paredes resbaladizas.

Pasos.

Gritos acompasados, procedentes de los cementerios.
Humeante ácido que corroe lo extraño.
Como yo, como todo lo que rodea mi astro.
Astro inerte y lejano; acompañando el vértigo final.

Pasos.

Se acumula la niebla densa en el interior de mi cabeza.
Niebla promovida por un demonio escondido, hiriéndome resuelto.
Cielos de hormigón gris que de nadie quieren saber nada.
Nada saben de las columnas a las que me ato con cadenas.
Columnas construidas por fuerzas inentendidas.
Como un duelo a sangre entre silencios.
Como la lánguida superficie del dolor.
Como un continente de hueso encarcelados.
Como mi cuerpo encabritado, azotado por la arbitrariedad.

Pasos.

Pasos solidificados en la tierra.
Pasos seguidos por mi sombra de carbón.
No ha encontrado una hora el día para empaquetar el sol y devolverlo al creador.

Pasos.

Sonidos de herraduras proscritas.
Herraduras no forjadas.
Son sonidos falsos; estás advertido.
Son chillidos de blandos pájaros con la rabia contenida.

Pasos.

No duelen las pesadillas.
Hieren los buenos recuerdos y los dulces sueños metidos dentro.
Recuerdos y sueños inarrancables, unidos a mí mediante cordones umbilicales.
Unidos a mis entrañas, que perdieron la vida, que son gélidas,
Entrañas que son estelas difuminadas en un dibujo de lágrimas.
No duelen las jornadas batalladas.
Quema el fuego de mis pasos.
Quema la tortura que ha hecho de mi alma
una luz apagada.

José A. Pérez (Bétera 2010, sobre Burjassot 1983).

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