Acabada la libertad,
los penúltimos hombres se esconden,
hartos de bramar la verdad
que otros desoyen.
En el autobús de la letanía,
dejando su racimo de humo,
parten libros y librerías
que atrás dejaron los suyos.
Por allá el último se aleja
sin contratiempo,
rumbo al oriente final.
Y ni nada ni nadie
se queja ya.
No quedan arrabales
que liberar.
José Andrés Pérez Serrano
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