Lo bueno viene inesperadamente,
casi siempre,
a invadir el alma de la gente:
a colapsarla,
a no dejarla transpirar.
Y vosotros sois gente.
Lo bueno y lo malo se parecen pues:
cuando llegan lo hacen sin avisar,
sin detenerse a pensar,
como la travesura de un niño.
Llegan bajo la forma de imprevisto incontenible y absoluto,
cegador,
acaparador,
colmándose el pánico.
Prescribir sosiego en momentos de desasosiego
es una pérdida de tiempo,
una contradicción,
es como dar palos de ciego.
Acostumbrar a vuestra impaciencia a aguantar el tirón,
acostumbrar a vuestros estómagos a digerir
ese empacho de felicidad
que a veces os va a costar creer.
José A. Pérez (València, 1994).
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