martes, 1 de febrero de 2011

LA BÚSQUEDA

I

He buscado en esta cala angosta,
fugazmente visitada, la sirena escurridiza
de la que hablan las odas aqueas.

He buscado entre los nubarrones
predichos en la tele, tu rostro enamorado
elevándose como un globo sin lastre.

He buscado entre las lápidas
que emergen, mi nombre esculpido
y mi rostro fotografiado,
junto a una fecha rápida en leerse

He buscado en los cajones de mis muebles
una hoja de papel pausado, usada,
de celulosa amarilleada
y portadora de quejas versadas,
pero quejas a fin de cuentas.
Ya lo sabes, si quieres escribirme.

Una boca he visto cruzar la estancia,
suplicando verdades para vivirlas,
enseñando las perlas cuadradas
de sus dientes, artificiosos por su alineación
exagerada y, al unísono, brillantes.
Perlas de humo negro en el fondo,
no en la superficie, cultivadas en chimeneas
alimentadas por cuerpos exánimes,
por esqueletos venideros,
por estertores precedentes. Me escondo
de los odontólogos y sus extracciones:
me duelen como me duele quererte.

II

Busco entre los coches aparcados en la calle
un corazón sangrando, paradójico,
desprovisto de heridas y desgarros.
Desangrado órgano, no de sangre,
si no de razones
venidas de infiernos fuera del subsuelo,
deficitarios de mala gente.

Busco el manantial en el que bebo
de vez en cuando.
Busco mariposas,
libritos vivos que planeen,
avioncitos con polen en las antenas
que sobre mi cabeza revoloteen.
Ahora que están, me marean,
me da coraje.

Busco una bandera
que hondee al viento
sin sentir vergüenza.

Busco una linterna
para encenderla en plena noche
y que me permita apagar las velas.

Busco una cadena sin eslabones
que me una a la eternidad
y a sus estrellas.

Sí. Busco estrellas,
una vez dada la espalda a la intemperie,
pues sé que existen aunque no las vea.
Sé que crepitan diligentes
aunque refuljan tiesas, sin combustión que valga,
a años luz de cualquier certidumbre.

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